Nacida en Fuente Vaqueros, ilustre municipio situado en la franja occidental de la esplendorosa y fértil Vega granadina, durante sus primeros años debió imbuirse, con fruición y candorosa alegría, del privilegiado medio ambiente en que vivía: bosques y plantíos, árboles frutales con sus coloridos y sabrosos frutos en madurez (perales, ciruelos, manzanos, olivares, vertudas y hortalizas, plantas aromáticas campestres y flores de jardinería), una amplia gama de los saludables dones de la Madre Tierra que revisten los campos de Fuente Vaqueros. El evocador río Genil con sus poéticas aguas deslizándose rumbo al Guadalquivir. Y rosas y geranios en macetas aireándose en balcones y ventanas; calles con fachadas blanqueadas, refractarias a los intensos rayos solares, y el “Paseo de la Reina” jalonado de esbeltos árboles: ¡cuántas veces de niña o un pelín crecidita la debieron pasear por allí, gozando de su encanto! Mágicos amaneceres con los trinos matutinos de las aves cantoras y lentos ocasos que invitan a la silente meditación trascendental. Gentes campesinas cantando coplas en sus faenas agrícolas; días festivos en su ciudad natal, y ferias de ganaderos. En fechas señaladas Fuente Vaqueros se engalana, jóvenes y adultos han arrinconado las prisas y se pasean divertidos, se saludan con donaire y familiares acentos, ríen y se sienten más espontáneos y coloquiales, y para nuestra artista, aunque de pocos abriles todavía pero abriéndose ya a la Vida, debió ser una gozada compartir con ellos su inocente y sano alborozo y bienestar. “En este pueblo -nos dice Federico García Lorca en uno de sus recuerdos-, ruve mi primer ensueño de lejanía. En este pueblo yo seré tierra y flores” Y Pepa Cortés, imbuida de los escenarios, escenas y circunstancias que he descrito, imbuida del “Cuerpo y del Alma” de Fuente Vaqueros, que no es solo un asiento geográfico, sino también una entidad “humana, vital, rural y artesanal”, también ella, rememorando estos recuerdose se plasmaron en sus primeros años, seguramente habrá hecho suyas más de una vez estas o parecidas palabras: “En este pueblo fui dulcemente embrujada por la exuberante Naturaleza, por la diosa Ceres protectora de los sembrados y cultivos, y por su hija Perséfone, enamorada de las aves y las flores, de las frondas y las fuentes, de la Belleza, y ese dulce embrujo todavía lo siento y siempre irá conmigo”.

Y de Fuente Vaqueros, con sus entornos y bellezas naturales a las que nos hemos referido, sin olvidar su peculiar gastronomía: la “Leche Pava” (que no es abase de leche sino de calabaza), las “Patatas en gloria” (aderezadas con aceite y vinagre), las “Collejas al ajillo”, la suculenta “Sopa de Maimones”, los “Cochifritos”, los deliciosos “Roscos de Vino”, y otras delicias del paladar, Pepa Cortés llega a Valderrubio, localidad también situada en la zona occidental de la Vega granadina, con características simialres a las de Fuente Vaqueros. Y en Valderrubio transcurre la época adolescente y juvenil de nuestra artista. Aquí se familiariza por primera vez con las aulas escolaresy realiza sus primeros estudios. Le gusta observar y saber, escuchar lo que los demás “dicen, cuentan, imaginan y sueñan”, y ella a a su vez es comunicativa, pero también meditativa, se forjan sus ilusiones, a medida que crece modifica “su actitud ante la Vida”, adquiere “sentido artístico”, por su sangre navegan hermosas inquietudes y anhelos… Pero como es activa por naturaleza, trabaja en las labores del campo. Más tarde la vemos ocupándose de una lavandería en calidad jefa. Viaja a Suiza y desempeña su eficiente cometido en un hotel, esta vez en calidad de Primera Gobernanta. Regresa a España y se establece en Palma de Mallorca, cuyo ambiente humano y marítimo le complace y estimula, como un bálsamo con doble eficacia: para el cuerpo y para el alma. Se enamora, se casa y cría, enseña y educa a sus hijos. ¡Pero el “Arte” que lo lleva en la sangre desde siempre, le exige “su tiempo y dedicación, su consolación, su amor”!

Pero Pepa Cortés ahora descubre otro arte: el de “combinar, mezclar y aunar materia y energía”, el quehacer doméstico con la creatividad artística, lo rutinario y cotidiano con lo sublime y trascendental, lo usual e imprescindible con lo inusual y celeste, lo terrenal con lo sobrenatural, lo visible con lo invisible, y todo ello con armoniosa conjunción y equilibrio, sin detrimento de lo uno a costa de lo otro, y viceversa.

¿Su formación académica para su vocación artística, teorías y prácticas curso tras curso? Poco y recortado tiempo tiene para ello. Se involucra en lo que siente, anhela y desea con fervor y optimismo, y lo hace de forma “autodidacta”.